El arte de dirigir consiste en saber cuándo abandonar la batuta para no molestar a la orquesta. Es una de las frases célebres que han marcado la permanencia de Herbert von Karajan en la dirección de orquestas. El músico ha sido uno de los mejores directores de orquestas que hemos tenido, dirigiendo durante treinta y cinco años la Orquesta Filarmónica de Berlín. Herbert cuenta con una extensísima producción, pues ha realizado 900 grabaciones y ha vendido en todo el mundo más de 200 millones de discos.
El sábado pasado –5 de abril de 2008– el excelente director hubiera cumplido cien años. Karajan nació en Salzburgo en 1908 y murió en Anif, cerca de su ciudad natal, el 16 de julio de 1989. Con un padre clarinetista y un hermano organista no se podía deducir otra cosa en los genes de Herbert que terminara siendo músico, aunque no fue lo que se hubiera esperado desde un principio, pues su primer instrumento fue el piano, y cuando se trasladó a Viena para seguir aprendiendo la infinita técnica de este instrumento fue cuando inclinó su gusto hacia la dirección de orquestas. Además, no se podía esperar otra trayectoria de un chico que ingresó en la academia de Mozarteum, academia que debe su nombre al mejor músico de todos los tiempos: Wolfgang Amadeus Mozart. En cambio, su debut musical como director de orquestas sucedió a la muy temprana edad del músico de 20 años, en 1928, con una orquesta de estudiantes. Al año siguiente llegaría su debut oficial, en el que un director de orquesta bien formado como era Karajan dirigiría Salomé –el drama de Richard Strauss– en Salzburgo.
La carrera de este artista inigualable recibió un enorme impulso cuando en 1935 se unió éste al Partido Nazi. Fue bautizado como El milagro Karajan. Pero el momento culminante de su carrera llegaría en 1954, cuando aceptó la dirección de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Con ésta ha grabado una inmensa multitud de obras de diferentes estilos, autores y épocas.
Ludwig van Beethoven –el músico alemán famoso por sus tres grandes épocas, a saber, la clásica, la “propia” y la que se sitúa casi en el Romanticismo– compuso nueve sinfonías, siendo una de las más características la novena, la llamada Coral por su nueva aportación a la forma musical: la utilización de un coro en una composición que siempre había sido destinada para orquesta. Pero en este caso no vamos a ver esa sinfonía, sino que vamos a ver cómo dirige Karajan el primer movimiento de la quinta sinfonía de Beethoven, quizá la más conocida –sobre todo por los que no buscan en la música inspiración, devoción o, simplemente, relajación, sino parecer cultos a las vistas ajenas–. La obra, en do menor, marca el estilo propio del compositor alemán: los golpes bruscos y repentinos, las melodías refinadas en los momentos suaves y los grandes fortes en los momentos cúlmenes de la obra.
La sinfonía completa tiene un marcado carácter de tres corcheas y una negra, la llamada del destino, y consta de cuatro movimientos. En este caso, vamos a ver sólo el primero, para que así los interesados busquen los otros tres –les aseguro que merecen la pena cada uno de ellos, sobre todo si tienen la calidad que es capaz de dar a la interpretación la dirección de Karajan, que es en quien nos centramos hoy–.
Disfruten del recuerdo de este Maestro –con mayúsculas– dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Berlín tocando el primer movimiento de la Quinta Sinfonía en do menor, opus 67, de Ludwig van Beethoven.
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